lunes, 9 de noviembre de 2015


EL GOBIERNO DE LOS VIEJOS


Parece que en Colombia ser viejo no es un obstáculo para aspirar a ser elegido y llegar al poder. Prueba de ello, mis amigos, son los resultados electorales de la semana pasada, donde salieron elegidos varios patriarcas que podrían ya haberse jubilado. O mejor aún, que tendrían que haberse jubilado ya, de acuerdo con la opinión de muchos y en particular de algunos geriatras estrictos. Platón en La República defendía el gobierno de los ancianos como el mejor, por aquello de la experiencia, la sabiduría adquirida por el conocimiento y la madurez que supone el paso de los años. Dicho de otra manera, porque “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.  Nuestra historia trae ejemplos de grandes contribuciones al desarrollo de la nación, realizadas por hombres mayores, como también de enormes fracasos causados por la necesidad de ciertos varones electorales de mantenerse aferrados al poder, a pesar del evidente deterioro de su salud mental, emocional y física. Y es que no siempre la gerontocracia es buena para una nación democrática, sin embargo el gobierno de los viejos puede ser exitoso en la medida en que se rodeen de jóvenes tecnócratas que apliquen principios modernos de la administración, sean expertos en planeación y control de proyectos, innovadores en tecnologías de la información y obviamente que sean transparentes, disciplinados y tengan ganas de triunfar.

Un alcalde de 21 años puede ser tan eficaz como uno de 70 setenta, indudablemente, pues todo depende de la articulación que logre entre lo local, lo regional y lo nacional, además del equipo de gobierno que se conforme y del conocimiento de ciudad que tenga no solo el líder sino del que le sumen los miembros de su equipo. De manera, mis amigos, que no tendríamos que preocuparnos en principio por lo que vamos a vivir en ciudades como Bucaramanga y Cali, para hablar únicamente de dos de las principales capitales, donde sus habitantes se decidieron por dos patriarcas, ancianos ellos, empresarios y vitales hombres, dispuestos a corregir lo corregible y trabajar por ciudades más humanas y equitativas. Muchas ganas y pocas canas dicen los críticos de los más jóvenes y muchas canas y pocas ganas dicen los detractores de los más viejos. Con la unión de canas y ganas pueden lograrse buenos resultados. ­ ¿No les parece?

Vemos que la expectativa de vida en Colombia ha aumentado en forma considerable, llegando a 76 años en los hombres y 79 en las mujeres, según el DANE. Cierto que ese es un indicador de desarrollo, pero también es cierto que conseguir empleo después de los 45 es muy difícil para el colombiano promedio, al que ya le entran las canas y le disminuyen las ganas por regla general. Por lo menos eso es lo que creen las agencias de selección de personal o búsqueda de talentos y así lo creen también los empresarios, que prefieren una fuerza laboral joven, entusiasta y económica, ignorando la madurez, experiencia y conocimiento de los mayores, y aun más de los viejos. Contribuir significa “ir con la tribu” y eso no está sucediendo precisamente con las personas mayores, que son desplazadas por los jóvenes solo por ser más “baratos” y también porque se cree que no son adaptables al cambio y difícilmente hacen equipo con los menores e inexpertos.

Lo cierto, mis amigos, es que les hemos dado un empleo y un mandato a los empresarios Rodolfo Hernández en Bucaramanga y a Maurice Armitage en Cali, pensando que envejecer no es necesariamente deteriorarse, y que los queremos como jefes de tribu: maduros, sabios, ponderados, honestos, justos y equitativos, pero con todo el entusiasmo de sus años mozos, capaces de armar buenos equipos, con toda la capacidad de cambio que requieren las ciudades modernas y en continua transformación. También esperamos de ellos que sean incluyentes y promuevan la participación en asuntos de gobierno de hombres mayores, al igual que de los más jóvenes, y que con verdadera sabiduría, que es conocimiento y experiencia, pero con comprensión de esa experiencia, que no es tan fácil, gobiernen bien las ciudades que les entregamos.

PEDRO PARAMO

1 de noviembre 2015

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