martes, 15 de diciembre de 2015

PALOMINO


Los escándalos nunca han sido ajenos a la Policía Nacional, ya sea por corrupción, abuso de autoridad, narcotráfico, enriquecimiento ilícito y otros tantos males, que también se dan en muchas instituciones del Estado. Valga decirlo. Pero es que esta es la institución que nos cuida de los malos, mis amigos. Cuando un niño pequeño le dice a sus padres que cuando sea grande quiere ser policía, bombero o doctor, es porque lo considera algo grande, algo maravilloso. Y en Colombia son muchos los niños que quieren ser policías cuando grandes, sobre todo en los pueblos y en los barrios marginados. Resulta que entrar a esa institución es uno de los pocos caminos de movilidad social para los estratos más bajos de la población. Para estas familias es un orgullo tener un policía en casa. Entonces es importante investigar bien lo que está pasando.


Lo primero que generan estas noticias es desconfianza. Desconfianza en la Institución, en el Director y en los implicados, porque las denuncias se han hecho a través de medios reconocidos por su seriedad. Sin embargo, el enjuiciamiento mediático, tendencia que se ha incrementado últimamente, talvez por la lentitud e ineficiencia de la justicia, o por la prepotencia de los medios y de algunos periodistas, nos debe poner en estado de alerta. Crearse un prestigio y lograr un reconocimiento es tarea de toda una vida, pero perder lo ganado puede ser cuestión de un día, ya sea porque se cometió la falta o porque el enjuiciamiento mediático descontrolado y amarillista da al traste con el honor de un personaje público, sin haber sido sometido a juicio. Está bien denunciar pero sin perder el respeto por el denunciado: hay un ser humano de por medio, con esposa e hijos, como en el caso del General Palomino.


Ahora bien, mis amigos, parece un poco traído de los cabellos y huele a venganza, incluso a complot, que un oficial, después de 17 años, aparezca diciendo en una carta que el General, cuando era teniente coronel y él, teniente, trató de enamorarlo y de pedirle favores sexuales, cosas a las que se negó, dice en su reclamo. Y además, asegura que esa es la razón para que no se le haya dado de baja cuando viene solicitándolo desde hace meses. Ya en las redes y en los corrillos que se arman en todos los rincones del país, no bajan de marica al General, y su prestigio personal está por el suelo, pues a la gente le gusta creer morbosamente en esta clase de cosas. Si lo es, si con tragos “se le moja la canoa”, no es el gran problema pues en la rama judicial, sobre todo en los altos tribunales parece que esto es bien común, al igual que en el mundo del entretenimiento, al igual que entre los jerarcas de la Iglesia Católica y en otras instituciones privadas y públicas.


Eso es penoso y lamentable, pero lo que si sería grave, mis amigos, es que este escándalo llevara a los investigadores a encontrar que la corrupción persiste en la Institución, la cual ha sido depurada varias veces, y que lo que sucedía en época de Roso José Serrano, que se atrevieron a llamarlo, con razón o sin razón, el General Serrucho, lo que sucedió con otro director, supuestamente propietario a través de testaferros, de dos prestigiosos burdeles en Bogotá, o con el Coronel Santoyo, con el supuesto apoyo al paramilitarismo en el gobierno de Uribe, o con el Coronel Royne Chávez, Jefe de Seguridad de Pastrana, condenado por enriquecimiento ilícito, temas ya casi olvidados, sea verdad y siga sucediendo. Eso merecería un nuevo revolcón. Un gran revolcón.

PEDRO PARAMO
13 de diciembre 2015 


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