EL VIVO VIVE DEL BOBO…
En un viaje reciente a Palmira, Valle, tuve una experiencia que me abrió los ojos: el taxista me confesó que
era “guerrillero”. Y digo “guerrillero” entre comillas, porque cuando me contó
su historia comprendí lo que significaba. Nunca había tenido entrenamiento
militar, no sabía que Tirofijo ya había muerto, ni quien fue Cano y mucho menos
Márquez o Timochenko, y tampoco había participado en secuestros o en acción
militar alguna contra policías, soldados o población civil, ni era
narcotraficante o financiador de la guerrilla; simplemente le parecía que era
el momento para salir del closet y declararse guerrillero pues, decía él,
siempre había sido simpatizante de las FARC, y eso le podía representar auxilios
del gobierno y, quien sabe, hasta una casita gratis. Les confieso que me asusté
un poco, pues pensé que podía secuestrarme o extorsionarme…no sé, la prevención
es grande mis amigos. Lo cierto es que este hombre ya había sido “victima” de
los paramilitares, “damnificado” de la avalancha de Armero y acababa de llegar
de Cúcuta, donde había intentado hacerse pasar como “deportado” por Maduro,
esta vez sin éxito. Era un experto en sacarle partido a todo lo que se llame
auxilios del gobierno a víctimas de desastres y ahora estaba dispuesto a
intentarlo todo a partir de la firma de los acuerdos de paz para salir de la
guerra, el gran desastre nacional. No
los acuerdos de paz, sino la guerra, aclaro.
Y ahí fue donde se me abrieron
los ojos y comprendí que estamos ad-portas de que se vuelva a cumplir ese
adagio popular que dice que “el vivo vive del bobo y el bobo de papa y mamá”,
donde el bobo es el Estado, o el gobierno de turno, y papá y mamá los
colombianos y colombianas –para recordar a Maduro con sus camaradas y
“camarados”- por aquello de la equidad de género. Y no es que sea una
vivatada exclusivamente colombiana, no. También se ha dado en México, en Haití,
Chile, Guatemala…, en la India, en el Japón. Es una oportunidad para los más
pobres y para las mafias que se aprovechan de ellos, quitándoles muchas veces
oportunidades o beneficios a los verdaderos damnificados y víctimas.
Si bien es cierto, la crisis
humanitaria de la frontera con Venezuela fue muy bien manejada por el gobierno,
que no tanto la diplomática, hay que blindar el proceso de paz contra este
flagelo del oportunismo de algunos, que gracias a la debilidad de nuestras
instituciones y a la corrupción administrativa, se apropian de buena parte de los
recursos que destina el Estado para situaciones de crisis. ¿Se imaginan un Plan
Colombia postconflicto, con millones de dólares mal administrados? ¿Se imaginan
a la Unión Europea enviándonos euros por montones para ayudar a financiar la
postguerra? ¿Se imaginan una mermelada de ese tamaño, sumada a la del
presupuesto nacional que destinemos para ese cometido, en manos de corruptos y
avivatos? ¡Claro que se lo imaginan!
Los acuerdos de paz son un hecho:
se van a firmar en marzo 23 del 2016, a más tardar. Es lo que se llama un parto
por cesárea, con fecha predeterminada. Si no se hace a tiempo, se corre el
riesgo de perder el bebé. Y eso lo saben Santos y Timochenko que serán las
parteras que atenderán ese evento tan importante para los colombianos. Pueden
pasar muchas cosas entre la fecha en que se planea la cesárea y la de la cesárea
misma: que se venga el bebé antes de tiempo, es una, y no requiere operación
(felices los colombianos y en particular el gobierno); que no se haga la cesárea
planeada y que el bebé muera (frustración para todos los colombianos y desastre
para este gobierno), y tercero que se cumpla la fecha y nazca un bebé sano
(todos felices), incluyendo a Uribe y sus pupilos. Y digo que el expresidente
Uribe se pondrá feliz pues este hombre brillante pero terco, a pesar de su odio
visceral a Santos, lleva en el corazón la Patria. De manera que preparémonos
para lo que se viene en el 2016 y no solo hagamos votos por la paz sino también
porque la mermelada que llegue se distribuya bien y cumpla con sus objetivos.
¡No más patria boba!
PEDRO PARAMO
5 de octubre 2016
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