lunes, 5 de octubre de 2015

EL VIVO VIVE DEL BOBO…


En un viaje reciente a Palmira, Valle, tuve una experiencia que me abrió los ojos: el taxista me confesó que era “guerrillero”. Y digo “guerrillero” entre comillas, porque cuando me contó su historia comprendí lo que significaba. Nunca había tenido entrenamiento militar, no sabía que Tirofijo ya había muerto, ni quien fue Cano y mucho menos Márquez o Timochenko, y tampoco había participado en secuestros o en acción militar alguna contra policías, soldados o población civil, ni era narcotraficante o financiador de la guerrilla; simplemente le parecía que era el momento para salir del closet y declararse guerrillero pues, decía él, siempre había sido simpatizante de las FARC, y eso le podía representar auxilios del gobierno y, quien sabe, hasta una casita gratis. Les confieso que me asusté un poco, pues pensé que podía secuestrarme o extorsionarme…no sé, la prevención es grande mis amigos. Lo cierto es que este hombre ya había sido “victima” de los paramilitares, “damnificado” de la avalancha de Armero y acababa de llegar de Cúcuta, donde había intentado hacerse pasar como “deportado” por Maduro, esta vez sin éxito. Era un experto en sacarle partido a todo lo que se llame auxilios del gobierno a víctimas de desastres y ahora estaba dispuesto a intentarlo todo a partir de la firma de los acuerdos de paz para salir de la guerra, el gran desastre nacional.  No los acuerdos de paz, sino la guerra, aclaro.

Y ahí fue donde se me abrieron los ojos y comprendí que estamos ad-portas de que se vuelva a cumplir ese adagio popular que dice que “el vivo vive del bobo y el bobo de papa y mamá”, donde el bobo es el Estado, o el gobierno de turno, y papá y mamá los colombianos y colombianas –para recordar a Maduro con sus camaradas y “camarados”- por aquello de la equidad de género. Y no es que sea una vivatada exclusivamente colombiana, no. También se ha dado en México, en Haití, Chile, Guatemala…, en la India, en el Japón. Es una oportunidad para los más pobres y para las mafias que se aprovechan de ellos, quitándoles muchas veces oportunidades o beneficios a los verdaderos damnificados y víctimas.

Si bien es cierto, la crisis humanitaria de la frontera con Venezuela fue muy bien manejada por el gobierno, que no tanto la diplomática, hay que blindar el proceso de paz contra este flagelo del oportunismo de algunos, que gracias a la debilidad de nuestras instituciones y a la corrupción administrativa, se apropian de buena parte de los recursos que destina el Estado para situaciones de crisis. ¿Se imaginan un Plan Colombia postconflicto, con millones de dólares mal administrados? ¿Se imaginan a la Unión Europea enviándonos euros por montones para ayudar a financiar la postguerra? ¿Se imaginan una mermelada de ese tamaño, sumada a la del presupuesto nacional que destinemos para ese cometido, en manos de corruptos y avivatos? ¡Claro que se lo imaginan!

Los acuerdos de paz son un hecho: se van a firmar en marzo 23 del 2016, a más tardar. Es lo que se llama un parto por cesárea, con fecha predeterminada. Si no se hace a tiempo, se corre el riesgo de perder el bebé. Y eso lo saben Santos y Timochenko que serán las parteras que atenderán ese evento tan importante para los colombianos. Pueden pasar muchas cosas entre la fecha en que se planea la cesárea y la de la cesárea misma: que se venga el bebé antes de tiempo, es una, y no requiere operación (felices los colombianos y en particular el gobierno); que no se haga la cesárea planeada y que el bebé muera (frustración para todos los colombianos y desastre para este gobierno), y tercero que se cumpla la fecha y nazca un bebé sano (todos felices), incluyendo a Uribe y sus pupilos. Y digo que el expresidente Uribe se pondrá feliz pues este hombre brillante pero terco, a pesar de su odio visceral a Santos, lleva en el corazón la Patria. De manera que preparémonos para lo que se viene en el 2016 y no solo hagamos votos por la paz sino también porque la mermelada que llegue se distribuya bien y cumpla con sus objetivos. ¡No más patria boba!   

PEDRO PARAMO

5 de octubre 2016             

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