domingo, 11 de octubre de 2015

“TIMOCHENKO”




Nacido en Calarcá en 1959, criado en Quinbaya, Quindío, a los 12 años ya formaba parte de la Juventud Comunista (JUCO), gracias a la fuerte influencia de su padre y de su madre en su orientación política. De niño leyó la Biblia de principio a fin, libro que le pareció “de historias bonitas, aunque algunas violentas”. Leyó novelas rosa que descubrió en un baúl donde sus padres guardaban sus secretos, pero allí también se encontró con una colección de libros de José María Vargas Vila, ese tolimense brillante, panfletario radical y hasta anarquista, que además era ateo y enemigo de la Iglesia Católica y de los terratenientes, a los cuales cuestionaba en sus columnas periodísticas y en sus libros. Posteriormente leyó a Marx y a Mao, a quienes considera “pedagógicos” en sus escritos. “De muy fácil lectura”, dice él.  Ahí está la fuente de su ideología y de su inspiración.


A los 17 años, “por convicción” y por algo de “aventura” decidió irse “pal monte”, como se decía en esa época. Sus primeros entrenamientos los recibió en San Juan de Sumapaz, donde conoció a Jacobo Arenas y a “Tirofijo”. Ya eran unos “viejos para él” y se sorprendió de la fortaleza de estos para recorrer cañadas y monte. Igualmente lo sorprendía Cano, su jefe inmediato durante muchos años, quien a pesar de su aparente fragilidad era de una fortaleza increíble pero casi ciego,” pues sin gafas no veía nada”. Timochenko considera que Santos tomó una mala decisión política al atacarlo “con 800 hombres y no menos de 40 aeronaves, entre helicópteros y aviones, para asesinarlo y eliminar a su interlocutor”, cuando ya Cano le había extendido la mano de la paz, según él, después de asumir el cargo de comandante supremo de las FARC. “Si eso no hubiera pasado, ya se habría firmado el acuerdo de paz”, dice él.

Y digo “dice él”, mis amigos, porque este jueves en la noche, Lisandro Duque, Gerente del Canal Capital (“el canal de las minorías”), lo entrevistó en la Habana Cuba, después del acuerdo parcial firmado entre Santos y la guerrilla. Duque, antropólogo como Cano, “amigo suyo”, hombre de izquierda moderada, quien ha tenido reconocimiento nacional e internacional como guionista y director de cine, aprovechó sus contactos para lograr esa primicia, sin forzarlo mucho y más bien mostrando el “ángel” que aún subsiste en el guerrero. Eso le permitió a “Timochenko” mostrar una faceta desconocida de hombre sensible, campechano, con un discurso “greco-quimbaya”, más que “greco-caldense”, este último elitista, según mi amigo Lisandro. 


De niño, Rodrigo Londoño Echeverry, alias “Timoleón Jiménez”, “Timochenko”, le ayudo a su tío a “atender borrachos” en la cantina del pueblo, y ” eso le aburría”. Veía películas mexicanas, como las de Cantinflas, Viruta y Capulina, así como a Ringo y Yango, películas de pistoleros gringos; vio Tiburón y también Estado de Sitio, “película que lo impactó mucho”. Escuchaba a Miguel Aceves Mejía y veía películas de Chaplin, pero también películas colombianas como La Estrategia del Caracol, la Virgen de los Sicarios, Los Niños Invisibles, precisamente una película muy galardonada, dirigida por mi amigo Lisandro Duque, el condescendiente entrevistador.

Pero aparte de esa faceta amable, simpática y bonachona que mostró “Timochenko”, hombre con más de 100 órdenes de captura, condenado a 178 años de cárcel por rebelión, homicidio agravado, secuestro, terrorismo, la toma del municipio de Gigante, Huila, la toma de Mitú, el asesinato de Monseñor Isaías Duarte Cansino y Consuelo Araujo Noguera, “la Cacica”, el reclutamiento de menores, entre otros, además de ser buscado por INTERPOL y su cabeza estar avaluada en cinco millones de dólares por los EEUU, y otro tanto en Colombia, dijo cosas importantes:

“Los revolucionarios no vivimos de odios.”

Si me pongo a pensar en las afrentas, “si me pongo a pensar en eso, ni la mano se la doy”, a Santos.

Hablando de Santos, “tenemos el mismo objetivo los dos: construir un camino que permita la reconciliación”.

“Si estas negociaciones fueran para terminar en la cárcel, no hubiéramos avanzado”.


Y a la pregunta, por fin cuestionadora, de Lisandro, de que los medios dicen que “ustedes se apoderaron de tierras y que ustedes son los terratenientes”, dijo “Timo”, como le decimos en confianza: “Claro que tenemos tierras, cuando en Casa Verde vimos que teníamos mulas y necesitábamos pastos, pues compramos fincas. Pero las fincas de los paras en los llanos son trofeos de guerra” y continuó el máximo comandante de las FARC: “queremos desarrollar allí proyectos productivos cuando hagamos la paz”. “Y estamos dispuestos a decir la verdad”.

Y a la pregunta, también cuestionadora, aunque parezca redundancia, sobre “pedir perdón a las víctimas” dijo: Cuales víctimas, cual perdón, cual llorar, “es una canallada, una cochinada que quieran que les pidamos perdón a las violadas de 4 años hasta 74. Es una matriz inventada. Si fuera cierto les aplicaríamos a los autores consejo de guerra”. Y continúa, “se dan casos aislados, que se cuentan con los dedos de las manos, y terminaron fusilados”.

“La guerra es lo más improductivo que hay”. “Vamos a crear riqueza”. “Mejoremos el nivel de vida de todos”, dijo como político en campaña. Ojala lo veamos dejando y entregando las armas mis amigos. Y añadió que “hay que despenalizar el consumo de la droga” y que “el narcotráfico es un factor de violencia”, vean ustedes. “En la visión de sociedad que tenemos no tiene cabida el narcotráfico. El narcotráfico es factor de retraso, ha atrasado los cambios. Es una visión del mundo que permea la revolución”, reiteró.

“No se puede castigar el delito de la pobreza”…”todos los líderes sociales que estén presos deben salir libres tan pronto hagamos el acuerdo de paz”, remató el Dr. Rodrigo Londoño, ese médico cardiólogo que se formó profesionalmente en la Patricio Lumumba en la antigua Unión Soviética, y militarmente en la antigua Yugoslavia, especializándose en inteligencia y contrainteligencia, especialidades que lo llevaron a la cúpula de las FARC y a ser uno de los pupilos más queridos por “Tirofijo”. Al final dijo, “Timoleón Jimenez”, con una sonrisa amplia y acogedora: “Convirtamos a Bogotá en la capital de la paz”.

Juzguen ustedes mis amigos. Ojala que no hayamos visto un lobo con piel de oveja, que quiere llegar al corazón de los colombianos, pues se nos presentó como un hombre bueno, cosa que propició Lisandro Duque, mi amigo, con mucha condescendencia repito, y seguramente con buenas intenciones.

 PEDRO PARAMO

9 de octubre 2015

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